Hace unas semanas tuve noticias de “una
finca de duendes”en Tapantí. Una
tarde salí a recorrer esa maravillosa zona para conocer a doña Mireya Angulo,
la creadora de la “Finca Ecotour Los Maestros”, nombrada
así por los vecinos porque en esta familia todos dan clases y tienen Maestros que son sus guías.
Desde la casa en lo alto, con natural
simpatía doña Mireya y su nieta, me saludan. Subo por con un caminito empinado,
cubierto de exuberantes plantas, me recibe un amplio comedor con las paredes
estampadas de imágenes hechas con stencil de Carmen Lyra, Jorge Debravo,
Juanito Mora, José Martí… pinturas expuestas y una pizarra con el menú que
antoja truchas preparadas de diversas formas.
Casa de puertas abiertas llena de originales
detalles, la charla nos lleva a los
duendes. Doña Mireya cuenta que “de niña jugaba con unos amigos chiquiticos,
a los cinco años tuve que alejarme de ellos, porque nos sacaron de la finca en
Ojo de Agua de El Guarco, donde yo nací. Iba llorando montada en el carro, y le
pedí al chofer que parara. Salí corriendo a ver si veía a los chiquitos pero
nada…ni siquiera estaba el anillito que escondíamos debajo de la piedra…Mi papá
me tranquilizó diciéndome el mundo es pequeño algún día tal vez usted los vuelva a encontrar”.
Doña Mireya con su nietita, nos ofreció café.
“Cuando me casé y llegó la hora de
decirnos los secretos, yo le conté a mi esposo de mis amiguitos pequeños,
y que me habían dado un anillo en forma de culebrita con los ojos rojos. El me
contó que también tuvo uno, pero con los ojos verdes“(¿se lo darían los
duendes?)
Su conversación vertiginosa repleta de
recuerdos y fuertes vivencias, fue develando a una mujer de inmensa energía
emprendedora, que desde su adolescencia ha trabajado en infinidad de cosas “me
hice maestra con la mayor de las pobrezas, vendí limones en las paradas de
buses, hice cerámica, tuve un negocio de hilos”.
Docente de primaria por 35 años, escribió
métodos para leer y escribir, ama la literatura y ahora por las noches, pinta o
escribe su libro sobre autoestima, a pesar de que una mano le falla un poco, por
una isquemia que la afectó hace unos años.
Con orgullo dice “todas las matas de esta
finca las he sembrado yo”. Siempre adoró la naturaleza y añoraba tener “un
cuarto de manzana de tierra con gallinas y dos piecitas pintadas de azul y
blanco”.
Consiguió un puesto de maestra en Purisil
“cuando llegué no sólo me enamoré de la montaña que había enfrente de la
escuela, sino de las caritas de los chiquitos…me quedé 23 años...”.
Muy cerca tuvo la dicha de encontrar la
finca de sus sueños, con una majestuosa
montaña al puro frente. Ahora vive y desarrolla su pequeña empresa ahí.
Restaurant con las imágenes de Los Maestros
Estrenando el terreno, lo chapeaba junto
con el antiguo dueño, que le contaba “viera que aquí aparecen duendes, son
pequeñitos con gorritos cónicos, allá abajo en la quebrada, llegan a jugar”.
Un día doña Mireya estaba poniendo unos
blocks para la casa, oyó los gritos del señor: “¡Ahí están los duendes,
cantando y bañándose en la quebrada, venga!”.
“Corrí pero no los ví…uno los ve
jovencito porque está puro, ya viejo no, está lleno de egos, contaminado”.
Estanque de Truchas
Estanque de Truchas
Esta mujer es un motor que no para, y a
mi pregunta de cuando descansaba, me contestó: “ya descansaré en el
cementerio”. Por eso en esta finca construyó su casa, sembró árboles, truchas,
jardines, tiene servicio de habitaciones para turistas, y es quién cocina y
atiende a los visitantes que llegan de muchas latitudes, a vivenciar este
paraje especial, donde se hacen caminatas y meditaciones por la paz que honran
a la Madre Tierra.
“Aquí a mí me gusta oír el silencio,
¿aunque sabés? a veces oigo cantos que salen de la montaña”…
Con la gratitud de haber conocido a una
maestra de vida, tan creativa y emprendedora, con el sabor de la trucha que me ofreció y la imagen de
sus pinturas para mi recuerdo, me despido, sintiendo que
la magia está en ella, en los duendes que habitan la montaña firme y noble de
su espíritu.
Cuadro pintado por Doña Mireya
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