sábado, 11 de junio de 2016

Regalos en un banco



Origami


Una tarde de jueves con acelere de aguacero, entramos a un banco. Mi amigo me haría un adelanto por mi trabajo de asistente, en la nueva empresa a la que nos aventuramos. Me sentía muy contenta, muy agradecida con él.

Cerré la chorreante sombrilla y le enseñé el interior de mi cartera al guarda. Reparé en la primera curiosidad: había solo una persona en las cajas. Reinaba un silencio plácido, casi hogareño.
Me senté en la banca anaranjada con un raro confort y le comenté al guarda:
-¡Qué milagro no hay nadie!



Mirando con complicidad al otro guarda que sonrió pícaro, me dijo:
-Si aquí a veces pasa eso…
De pronto se me acercó también con una sonrisilla:
-Vea-.
En medio de su palma había un bichito pequeñito, blanco inmaculado, de origami.


Con gran sorpresa y descaro exclamé:
-¡Uy qué lindo! ¡¿me lo regala?!
-Sí… pero esperece que lo termine-.
Sus gruesos dedos de habilidad microscópica, creaban aquel delicado ser.


-Qué bárbara yo-, le comenté cuando caí en cuenta,- es capaz que sólo me lo estaba enseñando y yo de buchona se lo pedí-.
-Es para usted-, me contestó con toda naturalidad.
Me quedé muda un segundo, y con la carilla que me sale cuando algo me impresiona.


-¿De verdad? ¡qué buena nota! yo quise aprender una vez origami, pero es muy difícil, no tuve la paciencia.
-Yo aprendo con tutoriales en internet es más fácil que con libros-.
-Buenísimo, le dije- sin dejar de mirar el bichito, al que le ultimaba detalles con dobleces imposibles… aquel muchacho dulce con un arma en la cintura. 


-Ya está listo -. Me lo dio complacido.
-¡¿Es un dragoncito?!
-Si ¡veále las alas!
-¡Es precioso, muchas gracias! ¿Le puedo dar un beso de agradecimiento?
-No… no…- me dijo muy nervioso volviendo a ver al compañero.
-¡Pues yo se lo doy!-. Y le estampé el beso en su sonrojado cachete.


Mi amigo y yo salimos del banco. Yo feliz con mi dragón en miniatura, el adelanto en la cartera, viendo cómo los dos guardas sonreían sin reparos, en esa tarde de lluvia generosa, en la que no pude más que sentirme infinitamente agradecida.

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